04-05-2008
A las 8:30 nos esperaba Chai con su Tuk tuk para llevarnos al aeropuerto. Es una forma original de llegar. El aeropuerto está bastante cerca de la ciudad, así que no tardamos mucho. Nada más llegar, cambiamos los pocos Riels que nos quedaban, facturamos y pagamos las tasas de salida de Camboya (25 dólares). Tuvimos que esperar poco tiempo para embarcar en el avión de hélices que nos llevaría de vuelta a Saigón en hora y cuarto.
Al llegar, volvimos a pasar los mismos controles de inmigración que unos días atrás, los mismos controles de seguridad, pero esta vez no me dejé el pasaporte en ningún sitio. Cuando salimos, fuimos a coger un taxi, así que tocaba discutir otra vez. Nos pedían cantidades enormes, así que le dijimos a uno que no le dábamos más que 110000 dongs y nos acabó llevando. Volvimos al mismo alojamiento de días antes, donde habíamos dejado pagada la habitación y habíamos puesto dos condiciones: Tres camas separadas y primer o segundo piso.
Cuando llegamos, nos dicen que tienen para nosotros una habitación de dos camas, o la misma de la otra vez, en la cuarta planta. En ese momento hubo que ponerse serios y pedir que nos devolvieran el dinero. Ante esto, nos dijeron que podían cambiar una cama de habitación para tener tres. Una vez más, si no te pones serio se intentan reir de ti.
Pasamos el resto del día vagando por la ciudad, ya que habíamos visitado los puntos principales el primer día.
Por la noche estuvimos tomando unas cervezas en un sitio donde además de las cervezas de botella, servían cerveza de barril en un formato curioso: una garrafa de plástico de un litro por 10000 dongs (0.40 euros). Pedimos una y no es que tuviera muy buen sabor... tenía un regusto final bastante raro. Pero bueno, al fin y al cabo nos lo bebimos todo, así que no estaría tan mala.
05-05-2008
Volvimos por enésima vez al aeropuerto de Saigón, esta vez para coger un vuelo hacia Danang, en la zona centro de Vietnam. Los billetes los compré desde España con la compañía Pacific Airlines, y nos costaron 25 euros por cabeza. De camino me acordé de que era el trigésimo quinto cumpleaños de Miguel, así que le felicitamos. Cuando embarcamos en el avión, vimos con sorpresa que nos habían dado asientos de salida de emergencia, que son bastante más amplios que los normales. Curiosamente, todos los que estábamos en estos asientos éramos occidentales.
La explicación más probable a esto es que las personas que ocupan estos asientos deben ser capaces de leer y entender unas instrucciones de emergencia... y allí van un poco cortos de entendimiento. También hay que ser capaz de abrir la puerta del avión y lanzarla y, teniendo en cuenta que pesa veinte quilos, es posible que no haya más de una docena de vietnamitas capaces de tal proeza.
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